Teosofía Original | EXAMINANDO NUESTROS MOTIVOS

La activista Peace Pilgrim, quien difundió mensajes de «paz», enfatizaba que la «purificación» es uno de los pasos hacia la tranquilidad interior y sugiere que además de limpiar el cuerpo, los pensamientos y deseos también existe la necesidad de purgar los motivos. Podríamos preguntarnos antes de realizar cualquier acción si la hacemos por codicia o con el motivo de auto-glorificación y no es fácil desistir de hacer tales acciones. Además, si examinamos de cerca encontramos que la mayoría de las veces tenemos motivos mixtos y sólo hay pocas circunstancias en que se nos pide que actuemos completamente por malas motivaciones. Incluso un individuo de negocios tiene razones encontradas: adquiere medios económicos pero también apoya a su familia y podría contribuir al bienestar de su comunidad. Usted no encontrará paz interior si su motivo es conseguirla sólo en términos egoístas; así, la finalidad debe ser el servicio. Peace Pilgrim conoció a un buen arquitecto y descubrió que estaba haciendo el trabajo correcto con un motivo equivocado, que era ganar mucho dinero y concretar sus ambiciones de arribismo social. Cuando cayó enfermo debido al exceso de actividades, Peace le aconsejó que hiciera poco trabajo sólo por servicio y le habló acerca de la alegría que hay implicada en ello pues sabía que una vez que él experimentara ese proceso nunca volvería a sus viejas costumbres. Tras algunos años y cuando se encontraron nuevamente, él era una persona distinta; Peace supo entonces que confeccionaba planos que se ajustaban al presupuesto de sus clientes. Se podía ver que su motivo era ser útil, y como resultado más personas acudían a este profesional para obtener diseños de casas. La autora escribe: «He conocido a algunas personas que se vieron obligadas a cambiar sus trabajos con tal de transformar sus vidas, pero he sabido de muchas más que simplemente tuvieron que cambiar su motivo de servicio para experimentar esa transformación».

Peace Pilgrim (1908-1981), nacida como Mildred Lisette Norman, fue una maestra espiritual estadounidense, mística, pacifista, activista vegetariana y activista por la paz. En 1952, se convirtió en la primera mujer en caminar a lo largo de todo el Sendero de los Apalaches en una temporada. A partir del 1 de enero de 1953, en Pasadena, California, adoptó el nombre de «Peregrina de la paz» y caminó por los Estados Unidos durante 28 años, hablando con otros sobre la paz. Estaba en su séptimo viaje a campo traviesa cuando murió. 

En nuestra búsqueda de conocimiento y mientras aspiramos a la vida superior, de vez en cuando es bueno examinar cuáles son nuestras motivaciones. El móvil gobierna el pensamiento y está en el centro de nuestros corazones, por cuanto representa lo esencial. Sin un propósito no puede haber movimiento, ni iniciación de obras, ni voluntad. El pecado o efecto contaminante de una acción y el mérito o resultado purificador de la misma no residen en la naturaleza del mero acto realizado, sino en el sentimiento interno que lo acompaña. A menudo una llamada «buena obra» se realiza con un motivo impuro o ulterior, como también descubrimos que una acción aparentemente mala tiene un buen motivo subyacente.

Cuando surge el deseo de llevar una vida espiritual o entrar en el estudio del ocultismo debemos preguntarnos «¿por qué aspiro a esto?» A menudo el motivo aparente es sólo una máscara con que se oculta la razón real. Si examinamos cuidadosamente encontraremos que incluso en la formulación de motivos nobles se produce una serie de despertares progresivos. En este sentido hay personas que acuden a la teosofía porque se sienten atraídas por un orador o una persona particular, y muchas veces el motivo que yace en nuestras actividades espirituales es la ambición de adquirir fama y ejercer poder e influencia, como también existe el deseo de conocer a los Maestros. Aún más común es la razón oculta de lograr moksha o la libertad del nacimiento o la muerte y por ende del sufrimiento. Es muy raro que uno comience a recorrer el camino con el motivo elevado de servir a la humanidad y por ello se nos advierte: «El discípulo que emprende la tarea esperando secretamente fama o éxito y con objeto de aparecer como maestro y apóstol ante el mundo, falla incluso antes de que intente esa tarea y su hipocresía oculta envenena su propia alma y las de aquéllos a los que toca». Light on the Path», p. 68).

La resolución de servir a la humanidad es la fuerza que brinda a una persona la oportunidad de recorrer el Camino del discipulado. Un Maestro de Sabiduría dice lo siguiente para quienes llegan a la teosofía con el anhelo secreto de adquirir conocimientos y poderes ocultos o con el deseo de contactar a los Mahatmas:

«Sólo quien tiene el amor de la humanidad en su corazón es capaz de comprender a fondo la idea de una Hermandad práctica y regeneradora, y tiene derecho a la posesión de nuestros secretos. Tal persona nunca usará mal sus poderes ya que no habrá temor de que los convierta en fines egoístas. Un individuo que no sitúa el bien de la humanidad por encima de su propio bienestar no es digno de convertirse en nuestro chela y menos aún de llegar a ser más sabio que su prójimo».

Se nos alienta a que examinemos nuestro motivo para buscar este conocimiento, ya sea para ayudar a la humanidad o beneficiarnos y obtener ventajas sólo para nosotros. Este móvil traerá sus propias consecuencias que son nefastas para quien incursiona en el ocultismo práctico sin la purificación necesaria o con anhelos egoístas. Por lo tanto, se nos dice que analicemos nuestro propósito para asegurarnos de que nos lleve a ser más capaces de ayudar y enseñar a otros, pero como dice el libro «LA LUZ DE ASIA» (Edwin Arnold) «nada perdura, las virtudes justas se pierden con el tiempo y los pecados mefíticos se purgan de ese modo». Nuestra motivación puede sufrir cambios y por tanto es necesario continuar el examen de la misma, porque es posible que hayamos comenzado con un motivo puro y a medida que escuchamos a otras personas sobre su progreso espiritual y la adquisición de ciertas habilidades podemos desear adquirir facultades similares para nosotros. A través del autoexamen diario nos daremos cuenta si estamos a la altura de nuestro motivo y en caso contrario podemos tomar medidas correctivas.

Sir Edwin Arnold (1832-1904), poeta y periodista inglés más conocido por su trabajo, LA LUZ DE ASIA

Es una buena práctica poner a prueba nuestros corazones periódicamente. Podemos mirar a profundidad en ese ámbito íntimo y descubrir nuestras motivaciones para varias obras que ya hemos realizado y para las que todavía debemos llevar a cabo. Si somos honestos con nosotros mismos admitiremos que nuestras razones son de naturaleza mixta, y si siempre hemos actuado con aliciente puro entonces deberíamos haber logrado un gran progreso en nuestros esfuerzos de llevar una vida espiritual. Tenemos que formularnos el motivo más elevado y esto se puede hacer a través de meditación y práctica. El Buda tuvo la inquietud de buscar la causa para la miseria humana cuando vio a un hombre enfermo, un anciano y otro muerto. De esta forma se dice que el primer paso en la verdadera magia es la devoción a los intereses de nuestros semejantes y en eso tendremos la oportunidad de probar la fuerza y pureza de nuestros motivos de muchas maneras y en varias ocasiones. William Judge escribe: «Que tu objetivo sea encontrar a Dios; tu motivo, conocerte a ti mismo por el bien de la teosofía y la humanidad. (...) Si quieres ayudar a otros, entonces debes poseer el motivo verdadero, y si usas tu voluntad en esta causa se te dará sabiduría, paz y todos los poderes».

Además, un buen motivo implica buena intencionalidad y un Maestro de Sabiduría señaló que ese aliciente es como la humedad atmosférica atenuada que si se concentra y aplica puede usarse como vapor o energía hidráulica; así, el valor práctico del motivo se ve mejor cuando toma la forma de hechos.

Es una experiencia muy común en la vida de un aspirante sincero que incluso cuando realiza un acto con motivo bueno y puro termina constituyendo un error; algo sale mal entre la finalidad y la acción real. Cuando aprendemos a juzgar nuestra motivación a la luz de los resultados reales de nuestras obras a menudo nos sentimos desconcertados o nos invade el horror, porque donde pretendíamos que de alguna manera resultara el bien vemos que se precipita lo malo, todo lo cual puede deberse a que asumimos que nuestros motivos son siempre correctos y justos cuando en realidad no es así; de esta forma necesitamos conocimiento para determinar la naturaleza de nuestros propósitos. También requerimos sapiencia con objeto de concretar acciones de conformidad con el motivo correcto; por ejemplo, en caso de un accidente callejero y para cuando la persona herida llegue al hospital, podemos tomar algunas medidas para aliviar su dolor sólo para descubrir que en ausencia de un conocimiento adecuado hemos causado daño en lugar de bien. Robert Crosbie señalaba: «Un buen motivo puede salvar el carácter moral, pero no asegura esos pensamientos y acciones que contribuyen al bien supremo de la humanidad. Un buen propósito sin conocimiento hace que en ocasiones el trabajo sea lamentable y a lo largo de las edades hay registros de buenas motivaciones, pero también un mal uso de poder y celo por falta de conocimiento».

En el artículo titulado «Let Every Man Prove His Own Work» Helena Blavatsky muestra que los filántropos que buscaban hacer felices a otros mejorando sus condiciones físicas (construyendo hogares, instaurando comedores populares, etc.) finalmente terminaron decepcionados y quienes que se habían pasado la vida haciendo tales trabajos confesaron que «de hecho la miseria no puede ser aliviada porque es un elemento esencial en la naturaleza humana y tan necesario para algunas vidas como es el placer para otras (...) esa miseria no sólo es soportable, sino agradable para muchos que la padecen». Por ejemplo, una mujer que trabajó siempre para mejorar la calidad de vida entre las prostitutas confesó que esto no era posible para ellas porque parecían «amar el mismo estado que las personas ricas pueden llamar miseria». Incluso hoy sabemos que cuando se dan mantas a los pobres durante el invierno algunos de éstos las venden. A veces se edifican hogares apropiados para ellos e igualmente las comercializan para volver a vivir en sus chozas; por esto, Blavatsky aconseja ejercer discriminación incluso para ayudar a los demás y dice: «Se necesita ser un alguien muy sabio para hacer buenas obras sin el peligro de producir un daño incalculable».

Helena Blavatsky, también conocida como Madame Blavatsky, (Yekaterinoslav, 12 de agosto de 1831-Londres, 8 de mayo de 1891), fue una escritora, ocultista y teósofa rusa. Su nombre de soltera era Helena von Hahn, y tras un breve matrimonio con Nikiphor Blavatsky adoptó el nombre Helena Petrovna Blavatskaya. Fue una de las fundadoras de la Sociedad Teosófica y contribuyó a la difusión de la teosofía. Sus libros más importantes son Isis sin velo y La Doctrina Secreta, escritos en 1875 y 1888.

¿Y cómo juzga la Ley del Karma nuestras acciones? En Teosofía esta norma se describe como justa y misericordiosa, y mientras trae de vuelta las consecuencias de nuestras acciones buenas y malas el karma toma en cuenta el motivo con que se realizaron esas obras, el estado interno de la persona y también su grado de desarrollo. Cada acto tiene alma y cuerpo —el sentimiento interno y el desempeño externo— y así podemos decir que el motivo con que se realiza la acción constituye el alma de ese hecho. Un aspirante espiritual siempre debe tener cuidado de considerar la motivación interior y no juzgar el hecho externo; alguien puede regalar millones de rupias en caridad, pero si se hace lo mismo con intención de ganar nombre y fama entonces el acto no beneficiará en lo más mínimo a su verdadero personaje. Existe una diferencia en el mérito kármico ganado por una persona que es «caritativa» por obtener celebridad y otra que no tiene tal motivo oculto. Cuando una madre es severa con su hijo al desear que se transforme en una persona honesta y recta, la Ley del Karma toma en cuenta su «buen motivo» mientras que reserva consecuencias por su rigidez. Es el motivo y sólo el motivo lo que traza una línea entre la magia blanca y la negra porque el poder oculto conlleva una responsabilidad desconocida e insospechada.

La motivación puede ser interna (como buscar la formación de un carácter noble y divino) o externa (por ejemplo, el beneficio efectivo para otros). Ambas pueden combinarse pues la primera produce una naturaleza comprensiva y la otra una existencia útil. A partir de esto el buen karma debe surgir naturalmente y de esa forma no nos veremos buscándolo; el deseo de sembrar buenas consecuencias también es un anhelo por tener algo de ello, cuando en realidad debemos «deshacer los lazos kármicos».

La buena vida produce buen karma y el motivo correcto produce una buena existencia. El propósito recto surge de una verdadera concepción y una aspiración fuerte. Primero vemos la validez y belleza de la verdad espiritual y luego deseamos asimilarla y ejemplificarla; de esta doble experiencia del alma surge el motivo hacia el bien que carece del deseo de recompensa, felicidad o engrandecimiento personal en cualquier forma, y lo que sustenta tal motivación es el sentimiento de riqueza que surge de tales logros espirituales en oposición a cualquier tipo de ganancia. La otra fuerza que ayuda a mantener dicha finalidad es la formación del hábito de ofrecer todas las acciones —incluso las insignificantes— como sacrificios voluntarios, es decir, concretar las obras más pequeñas sin esperar recompensa o beneficio. Como asevera Judge, debemos preocuparnos por la calidad de las acciones y no por los resultados. O como Shri Krishna aconseja en el Gita:

«Entonces, deja que el motivo de la acción esté en el hecho mismo y no en el evento. No te dejes incitar a las obras por la esperanza de su recompensa, ni dejes que tu vida se desgaste en la inacción. Persistiendo firmemente en el Yoga, cumple con tu deber, oh Dhanañjaya, y dejando de lado todo deseo de cualquier beneficio personal haz que el evento sea igual a ti, ya sea éxito o fracaso, pues el Yoga es la disposición mental correcta».

(De la revista «Theosophical Movement», enero de 2012).

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