¿QUÉ DICE LA TEOSOFÍA SOBRE LA SEXUALIDAD?

Como muchos sistemas espirituales, la teosofía tiene una posición particular sobre el tema de las relaciones sexuales. Sin embargo, se sabe que esta postura tiene el efecto de alejar a algunos investigadores interesados en la doctrina, así como provocar que muchos estudiantes se sientan culpables, fracasados, juzgados o «pecadores» cuando descubren que los postulados teosóficos sobre el sexo representan un problema con el que no pueden convivir sin que les cause problemas internos, estrés o angustia, o piensan: «¿Por qué diablos debería renunciar al placer y los beneficios que siento recibir de mi vida sexual?»

Entonces, ¿cuál es realmente la enseñanza teosófica sobre el sexo? Se puede resumir en este extracto:

«Los poderes creativos en el hombre fueron el don de la sabiduría divina, no el producto del pecado. (…) Tampoco fue invocada la maldición de KARMA sobre ellos [los atlantes] por buscar unión natural —como lo hace todo el mundo animal inconsciente en las estaciones apropiadas—, sino por abusar del poder creativo, por profanar el don divino y desperdiciar la esencia vital sin ningún propósito, excepto la gratificación personal y bestial».

«La semilla de (…) lujuria magulló la semilla del fruto de la sabiduría y el conocimiento al convertir el santo misterio procreativo en gratificación animal; de ahí que la Ley del Karma hirió el talón de la raza atlante, cambiando gradualmente la fisiología, moral, físico y mentalidad en toda la naturaleza de la Cuarta Raza humana, hasta que desde el saludable rey de la creación animal de la Tercera Raza el hombre se convirtió en la Quinta —la nuestra— en un ser impotente y escrofuloso, y ahora devino el heredero más rico del mundo en enfermedades constitucionales y hereditarias, ¡la bestia más consciente e inteligente de todos los animales!» (H.P. Blavatsky, «LA DOCTRINA SECRETA», vol. 2, p. 410, 411).

En resumen, la Teosofía considera que la procreación —que obviamente involucra relaciones sexuales entre un hombre y una mujer— es «el don de la sabiduría divina», un «regalo divino» y «misterio sagrado», y que involucrarse en el sexo por razones distintas a esta «unión natural» (es decir, tener relaciones sexuales para fines distintos al embarazo y lograr la reencarnación de otra alma) es un abuso del poder creativo, una profanación del don divino, el desperdicio de la esencia vital y gratificación personal/bestial.

Como han observado y reconocido algunos teósofos, este punto de vista parece incluso más puritano y restrictivo que los sostenidos y propuestos por muchas religiones. En su artículo «Misconceptions», Blavatsky escribe:

«El esoterismo nunca ha proscrito las funciones sexuales o matrimoniales creadas por la naturaleza misma. El ocultismo trabaja en, con y para la naturaleza y condena sólo la inmoralidad, el abuso y el exceso. Además, de todos los animales, el ser humano es el más animal en sus excesos; la bestia tiene sus estaciones, pero la humanidad, ninguna».


Esto parece adoptar la misma perspectiva que la cita de «LA DOCTRINA SECRETA», lo que implica que el sexo deliberadamente no procreativo es más animal que humano y va en contra de las Leyes de la Naturaleza. También fue repetido por el Maestro K.H. en una de sus cartas (década de 1880) en que se refirió a cierto libro que atrajo un grave escándalo en la Inglaterra victoriana por su apoyo y defensa de la anticoncepción o control de la natalidad:

«LOS FRUTOS DE LA FILOSOFÍA es infame y altamente pernicioso en sus efectos, sean cuales sean, y sin embargo los objetos que llevaron a la publicación de la obra son benéficos y filantrópicos. (…) No he leído el libro y nunca lo haré, pero tengo su espíritu inmundo, su aura brutal delante de mí, y repito que en mi opinión los consejos ofrecidos en el texto son abominables, los frutos de Sodoma y Gomorra más que de la filosofía, cuyo nombre mismo se degrada. Cuanto antes dejemos el tema, mejor».

El «asqueroso» tratado «LOS FRUTOS DE LA FILOSOFÍA» se convirtió en un best-seller gracias a un célebre juicio en Londres y propició el debate sobre el uso generalizado de anticonceptivos que tomaría décadas resolver.

Los teósofos del siglo XXI no pueden sorprenderse si los lectores consideran que esta es una reacción extremadamente puritana por parte del Mahatma. En su artículo «Modern Apostles and Pseudo-Messiahs», Blavatsky sentenció: «La libertad para amar de acuerdo con el impulso de los sentidos es la esclavitud más profunda».


¿Y qué se supone que debemos hacer con todo esto?

Por un lado, es importante mencionar que la Teosofía no alienta ni recomienda una vida de abstinencia total de toda relación romántica para sus seguidores. En «LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA», Helena Blavatsky responde preguntas sobre esto.

En las secciones donde ella habla sobre el matrimonio, también podemos incluir la convivencia en las parejas no casadas, que aunque rara vez se hacía durante la época de Blavatsky, hoy se ha convertido en un fenómeno común debido a que se reconoce que un matrimonio externo y «legal» no necesariamente hace que dos personas estén verdaderamente comprometidas en el sentido interno, y que algunas parejas que eligen no casarse con formalidad están mucho más vinculadas espiritualmente que otras que sí lo hacen. Seguramente ningún teósofo está tan obsesionado con lo externo como para mirar con recelo a una pareja no casada.

Blavatsky dice que si un teósofo, «un trabajador ardiente por nuestra causa, todavía tiene lazos y deseos que lo atan al mundo [y] no siente que haya abandonado para siempre lo que los hombres llaman 'vida' y que desea sólo saber la verdad y ayudar a los demás, entonces para tal persona digo que no hay razón para que no se case, si le gusta correr el riesgo de esa lotería donde hay más espacios en blanco que premios. Seguramente usted no creerá que somos tan absurdos y fanáticos para predicar contra el matrimonio por completo. Todo lo contrario, y salvo en algunos casos excepcionales de ocultismo práctico, el matrimonio es el único remedio contra la inmoralidad». (p. 262).

Esa última frase es clave. Blavatsky señala que aparte de ocultistas prácticos y excepcionales —¿y quién de nosotros puede pretender ser uno de ellos?—, casarse (o tener un compañero) tiende a ser la única prevención para no ser presa de la inmoralidad.

Continúa diciendo que en el estudio y entrenamiento de Ocultismo práctico el celibato y la castidad son esenciales. Algunas de las razones para ello están indicadas en lo que se explica sobre la glándula pineal y el Tercer Ojo en «LA DOCTRINA SECRETA», volumen 2, páginas 295-296. Pero la Teosofía, tal como la otorgan HPB y William Q. Judge (su colega más cercano), no pretende ser esoterismo práctico, sino teórico, abordándolo en ciertos pasajes, pero sin llegar a ser pragmático en sí.

De esta forma, para un estudiante de Teosofía e incluso aquéllos que ingresaron a la sección esotérica que fue iniciada por HPB, una vida de celibato y castidad no es ni fue recomendada. Blavatsky dijo (p. 263) que «no se aplica a los miembros de nuestra sección interna. (…) La mayoría, si no todos quienes se unen a nuestra sección interna, son sólo principiantes que se preparan en esta vida para entrar en la realidad de ese camino en las vidas por venir».

Pero con ese aspecto ya explicado, la cuestión del sexo aún permanece. Las palabras de HPB parecen muy claras y si creemos que era realmente la «agente directa» de los Maestros de Sabiduría y que «LA DOCTRINA SECRETA» es, como escribieron esos Mahatmas, la «producción triple» de dos de ellos con aquélla, es difícil decir «la teosofía tiene razón en todo, excepto en cuestiones sexuales». ¿Podría ser éste el caso? Si Blavatsky hacía las cosas bien en otras áreas, ¿por qué iría a cometer errores en este tema?

Cualquiera que sea nuestra opinión, es interesante notar dos cosas:

(1) HPB escribió muchos miles de páginas, pero es sólo en esa declaración citada anteriormente de «LA DOCTRINA SECRETA» que la teosofía específica y directamente presenta la enseñanza de que el sexo es sólo para la procreación. Un teósofo que por alguna razón no haya leído esa obra en su totalidad (¡y varios están en esa situación!) nunca lo sabría. Si fuera realmente una enseñanza tan esencial y éticamente obligatoria como creen algunos teósofos, ¿no se mencionaría acaso en la mayoría de los libros de HPB, si no en todos?

¿No sería tan omnipresente que todos los teósofos no podrían estar conscientes de ello? ¿Y las publicaciones de Judge? Éste no presenta el tema en ninguno de los libros o artículos que publicó; sólo en una o dos cartas privadas que se publicaron póstumamente en «CARTAS QUE ME HAN AYUDADO». Si bien es cierto que el teósofo indio B.P. Wadia escribió en duros términos contra el sexo deliberadamente no procreativo y también contra el control de natalidad, también es cierto que la Logia Unida de Teósofos considera a HPB y WQJ como «profesores» y a otros (incluido Wadia, aunque muy respetado en la Logia) como sus estudiantes.

(2) Habiendo conocido bastante bien a numerosos compañeros de estudios teosóficos, podemos decir que al parecer sólo un porcentaje muy pequeño de teósofos —estudiantes devotos de las enseñanzas originales de HPB y WQJ— practica de forma permanente en su vida el principio de involucrarse en el sexo únicamente para procrear y abstenerse de toda actividad sexual si no desean tener hijos. Muy pocos se sienten culpables por esto y se consideran a sí mismos como una especie de «fracaso espiritual», mientras que otros adoptan la actitud de «me doy cuenta de que no estoy preparado-a para abandonar mi vida sexual, por lo que continuaré haciéndolo mientras tenga una existencia tan beneficiosa y altruista para mis semejantes como pueda». Esto ciertamente parece un enfoque más saludable que lacerarnos y terminar con complejos de culpa o problemas de represión similares a los que a veces se encuentran en seguidores de religiones restrictivas o entre sacerdotes, monjes y monjas. Uno de los objetivos de la teosofía es deshacerse del miedo religioso y la autocondena; entonces, ¡tengamos cuidado de no adoptar una actitud hacia nuestra vida sexual —o peor aún, la de otros— que compita con la de los religiosos fundamentalistas y los dogmáticos puritanos!

B.P. Wadia

Logia Unida de Teósofos: el programa de acción de esta Logia es el de devoción independiente a la causa de la Teosofía, sin profesar adherencia a organización teosófica alguna. La Logia es leal a los grandes fundadores del Movimiento Teosófico, pero no participa en desacuerdos o diferencia de opinión personal.

A veces se pregunta qué tiene que decir la teosofía sobre las relaciones entre personas del mismo sexo. La respuesta es muy simple: ¡nada! No se dice nada sobre la homosexualidad o bisexualidad en la literatura teosófica. Probablemente esto se deba en parte a que estos temas casi nunca se escribieron o discutieron a fines del siglo XIX, por lo que ha habido, hay y seguirá habiendo teósofos homosexuales.

También es interesante observar que con excepción del simio Bonobo —considerado pariente cercano de nuestra especie—, la mujer humana es la única criatura para la que es posible tener relaciones sexuales sin quedar embarazada cada vez como resultado. Por ello, algunos escritores sobre temas espirituales han tomado esto para sugerir que «el sexo por placer» no está en contra de las Leyes de la Naturaleza después de todo, sino que es parte del desarrollo evolutivo y la experiencia. Cualquiera que sea el caso, Blavatsky nos dice: «El ser humano ha caído a un nivel tan material que es imposible reprimir la pasión sexual, pero su exaltación es manifiestamente su ruina». («Modern Apostles and Pseudo-Messiahs», énfasis agregado).

En la sociedad de hoy, la enseñanza teosófica sobre el sexo exclusivamente para fines de procreación parece atractiva y practicable para muy pocas personas y, por lo general, para quienes por elección o fuerza de circunstancia ya llevan una vida célibe.

Para bien o para mal, los tiempos han cambiado desde fines del siglo XIX cuando se inauguró el movimiento teosófico moderno. El sexo es ahora una parte central de la vida contemporánea y mucho más discutido abiertamente que hasta hace cincuenta años. Para la mayoría de la gente los sentimientos de vergüenza, culpa y tabú ya no están asociados con ello, y éste último hecho seguramente significa algo bueno.

Por lo tanto, es lógico que si los teósofos desean abordar lo que tiene que decir la teosofía sobre el sexo, tendrán que hacerlo de una manera que no juzgue y compasivamente tenga en cuenta las formas en que la vida y la sociedad han cambiado. La forma en que se abordó el tema en la época victoriana ya no es aplicable a la vida del siglo XXI, pero esto no significa que debamos negar o intentar «maquillar» las declaraciones específicas sobre el tema por parte de HPB y sus Maestros Adeptos, ya que si deseamos que el mundo sepa lo que enseña la teosofía, entonces debe decirse, pero la forma en que se presenta y se maneja es importante.

Las vidas sexuales de otras personas no son de nuestra incumbencia y seguramente hay otras partes de la Filosofía Esotérica que tienen una importancia mucho mayor para ser promulgadas que ésta, y es probable que por mucho tiempo siga siendo un problema controvertido no sólo para los investigadores que examinan la teosofía, sino también para muchos teósofos.

«El celibato es una gran ayuda bajo condiciones determinadas y en un cierto periodo, pero si el estudiante está casado, entonces es su deber continuar en esa condición, y en lugar de constituir una barrera, será una ayuda para su progreso si comprende correctamente su significado. Todas las lecciones que se enseñan al verdadero estudiante oculto se dan en la vida diaria y a través de las leyes de la naturaleza. El célibe se pierde algunas de estas lecciones —que inevitablemente debe aprender— porque transgrede una gran ley de la naturaleza. El resultado del celibato es que el estudiante trabaja sólo con el intelecto y para el verdadero trabajo oculto es necesario que también se use el corazón. Uno de los mayores 'misterios' nunca puede ser aprendido por el celibato, porque nunca está mano a mano con Dios, un controlador de la fuerza creativa». («Answers to Questioners», William Q. Judge, Theosophical Articles, vol 2, p. 451).

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