UN VEREDICTO SOBRE EL DESMANTELAMIENTO DEL ORDEN MUNDIAL

 

¿Podría derrumbarse el actual sistema social capitalista occidental? ¿Y puede una democracia liberal en decadencia repararse a sí misma? ¿Están destinados Estados Unidos y el «Occidente colectivo» que lidera a experimentar algo similar a lo que ocurrió con el colapso de la Unión Soviética?

La década de 1990 fue una época oscura para Rusia, marcada por la codicia oligárquica, la anarquía generalizada y el caos social. Sin embargo, el gobierno «clintoniano» de Yeltsin llegó a su fin. Rusia no dejó de existir, aunque el sistema político-económico soviético se derrumbó, pero la Federación optó por reformar su economía y su política. A pesar de la actual guerra híbrida de Occidente y de su política de sanciones, la Rusia de Putin no muestra signos de colapso.

¿Qué nos deparará el próximo año? No cabe duda de que la permacrisis —una era inestable marcada por guerras, crisis económicas y otros desastres entrelazados— continuará. Tanto economistas como politólogos y astrólogos predicen que el ritmo no hará sino acelerarse en 2024. Incluso en la Finlandia de la OTAN, las cosas serán difíciles hasta que nuestro país vuelva a ponerse en «modo ciclo cósmico».

La región conflictiva más cercana, Ucrania, parece estar al borde del colapso tras dos largos años de guerra. Hay una lucha de poder entre la clase política y ya se piensa que Zelensky será derrocado. Mientras tanto, el ejército ucraniano se está quedando sin hombres ni material para contener a los rusos. Estados Unidos y Europa son incapaces de proporcionar ayuda suficiente para resolver los problemas de Kiev.

Durante dos años, los medios de ¿comunicación? del poder occidental y los neoconservadores que dominan la política exterior estadounidense, con sus laboratorios de malas ideas, nos han hecho creer que Rusia perderá y que una Ucrania alineada con Occidente vencerá milagrosamente. Sin embargo, la realpolitik no se corresponde con las ilusiones de los «expertos» belicistas, por lo que nos espera un doloroso despertar.

Cuando pensamos en el colapso de la sociedad, se nos recuerda que en una situación así, las cosas prácticas no funcionarán, salir a la calle será peligroso y pronto habrá escasez de todo lo que necesitamos. Sin embargo, como sugiere el bloguero estadounidense Z-Man, el colapso también tiene que ver con marcos narrativos y creencias políticas arraigadas.

«Durante más de treinta años, el imperio global estadounidense se ha basado en premisas nacidas de una fuerza invisible. Cuando esta premisa deja de sostenerse, hay consecuencias».

El año que viene habrá elecciones presidenciales en la pequeña Finlandia, en Rusia y en Estados Unidos. Los atlantistas temen que continúe la revuelta en el corazón del país y que Donald Trump, que se enfrenta a cargos criminales, regrese como presidente estadounidense con una venganza contra sus enemigos.

No sé si el poder de los neoconservadores en Washington llegará a su fin incluso si el imprevisible Trump regresa a la Casa Blanca, pero quizás no todo seguiría el camino de los «kaganistas». Sin embargo, los fenómenos más extraños de la presidencia de Trump, como la secta QAnon, no pasarán desapercibidos.

Bandera de QAnon en un mitin sobre la Segunda Enmienda en Richmond, Virginia, en 2020

La política mundial se encuentra en un periodo de transición, entre lo viejo y lo nuevo. Si el sistema actual, construido tras las guerras mundiales, se derrumbara de forma dramática, las consecuencias serían catastróficas para todos los implicados. Así pues, a pesar de sus diferencias, los distintos actores están preparados para un aterrizaje más suave. ¿Qué significa esto para el futuro?

Con el gran juego geopolítico y las sacudidas económicas como telón de fondo, se está produciendo un desmantelamiento cuidadoso del viejo orden, que se está llevando a cabo lentamente, paso a paso. El nuevo orden está creciendo y evolucionando, en y a través de las crisis, mientras los ciudadanos siguen su vida cotidiana. Este proyecto de construcción continuará a lo largo del próximo año, nos guste o no.

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