EL «AMOR» SOBREVALORADO Y LA CRISIS ÉTICA EN LA FAMILIA DEL SIGLO XXI

Hace un tiempo se observó con atención el artículo «¿Qué significa realmente 'eliminar el deseo' o la naturaleza personal?», y a primera vista cualquier estudiante teosófico coincidiría plenamente con los conceptos abordados y su trasfondo. No obstante, hay un párrafo en particular que puede generar escozor por las razones explicadas a continuación.

«En el budismo, hablamos del decrecimiento de la neurosis, lo que significa decrecimiento del dolor derivado del ego», asegura Chögyam Trungpa (Tíbet, 1940-1987), prestigioso y reconocido maestro del budismo y artista, fundador de la Naropa University y autor de numerosos libros entre los que destacan THE MYTH OF FREEDOM AND THE WAY OF MEDITATION

Citamos: «no estamos en posición de formar pensamientos y conclusiones mentales, ideas y actitudes hacia aspectos del yo y la vida personales, tales como amistad y amor, hasta que realmente hayamos tenido experiencia de ellos en la vida actual. Por ejemplo, si no hemos experimentado el romance y pensamos ya he pasado por todo eso en vidas anteriores; no quiero tener ningún vínculo con eso; todo es ilusión y sufrimiento, etc., ¿es esto un enfoque verdaderamente espiritual que honra a toda la vida como divina y permite los sentimientos del corazón como amor, simpatía y comprensión, para que realmente los desarrollemos?»

1. Sin cuestionar el objetivo central de la idea transmitida, esta declaración puede prestarse para confusiones considerando que en la sociedad de hoy el tema de las relaciones de pareja está sobrevalorado, al punto que mucha gente menosprecia a quienes son más críticos diciendo «eres un perdedor en la vida si no estás comprometido con alguien» o «serás un miserable si no tienes una familia», agregando el increíble materialismo e individualismo malentendido de esta era. No es seguro que las «experiencias de amor» puedan servir de algo si no hay una base ética universal y no egocéntrica (que parece ser la actitud hedonista común de hoy) o si podrían aplicarse a la mayoría de las personas que buscan el crecimiento espiritual.

Desde hace algunos años, varios terapeutas de pareja vienen dando la voz de alerta sobre el constante aumento de los divorcios en el mundo, y desde una perspectiva ética, esto seguramente se debe a la abrumadora ignorancia de muchas parejas que creen que están bien sólo al «pensar que se aman», cuando en realidad es muy poco recomendable desear tener una familia «feliz» si el mundo exterior está muy lejos de ser armónico y aparte de la idea aún prevaleciente, engañosa e insustancial de que «en la vida sí se puede tener todo», con semejantes niveles de corrupción y estrés en la humanidad. Con esto remitimos al principio de «relación interdependiente» como se enseña en el budismo Mahayana: si la parte no está incluida en el conjunto o viceversa, surgen los problemas. Entonces, la pregunta es saber si quienes piensan en términos tan absolutos podrían explicar si la felicidad depende exclusivamente de vivir de acuerdo a los antojos personales (cambiando de color como el camaleón), según lo que digan las masas (las «sagradas e intocables modas») o los medios de información corruptores. No sabemos si esos individuos todavía tienen alguna iniciativa para darse cuenta de que estamos hablando entre adultos y que por ende se espera que demos un ejemplo a quienes nos seguirán. Es muy dudoso que una persona quiera ser «feliz» aferrándose al ego cuando a su alrededor aún sigue la mascarada que celebra cada vez que se oculta o tergiversa el doble estándar ético en sociedad, contaminando conciencias a costa de consentir los egoísmos de guante blanco en todo contexto.

El aumento del número divorcios en los últimos años es una realidad social. Entre el 40 y 50% de las primeras uniones termina en separación o divorcio y la inmensa mayoría de estas personas son progenitores.

La idolatría de la apariencia personal en un mundo tecnologizado y diabólicamente materialista está contribuyendo a que el ser humano piense cada vez menos y se quede sólo con la fachada de todo, lo que crea un síndrome narcisista por comparación compulsiva con otros en el que se hace alarde de todo y en cualquier sentido, en el que sus seguidores juran estar «bien» hasta que les llega la desgracia, y muchas veces no son honestos consigo mismos al culpar sólo al mundo por su situación (como si tuvieran el «derecho divino» de merecer «respeto» sólo por vivir en sus ilusiones a costa de perjudicar a otros). De aquí la tergiversación de esa «ineludible necesidad» de «vivir experiencias románticas», porque ahora la tendencia es «tener a alguien al lado» para evitar la soledad necesaria con objeto de sopesar nuestros valores, acciones y motivos.

Helena Blavatsky decía: «La libertad de amar según el impulso de los sentidos es la esclavitud más profunda».

2. Dentro de este tema, también hay que mencionar la «incuestionable tendencia» en la mayoría de las parejas con hijos a trabajar fuera de casa, dejando la crianza de los niños a otras personas que no son sus padres. Si él/ella trabaja, la otra parte debe quedarse en el hogar hasta que los hijos tengan valores afianzados y alcancen una edad razonable para independizarse gradualmente. Incluso en muchas teleseries se dice que «problemas de dos, son de dos». La mención no va necesariamente a aquellos padres o madres que por fuerza de determinadas circunstancias (viudez, separación, etc.) han tenido que formar solos a su progenie, sino a quienes aún teniendo cierta estabilidad o unión emocional prefieren seguir la corriente materialista/hedonista en detrimento de un sentido correcto de responsabilidad.

Como ejemplo, este escritor cita el caso de una mujer (que llamaremos «X») quien ejercía profesionalmente en cierta dependencia gubernamental y cuyo sueldo era bastante bueno. Años atrás estuvo casada con un colega de labores, pero se divorciaron al tiempo de nacer su hijo, quien pasó al cuidado de su abuela mientras ella trabajaba.

Pasaron algunos años, y X conoció a otro hombre con quien sintió gran afinidad. Se comprometieron y tuvieron la idea de vivir juntos con el niño de la relación anterior, el cual ya había cumplido 5 ó 6 años para entonces. Cuando X explicó al hijo la nueva situación y que se vería separado de su abuela, éste reaccionó diciendo: «Tú no eres mi mamá, porque quiero quedarme con mi abuela. A ti no te conozco... ¡vete de aquí, no quiero irme contigo!», a la vez que agredía a su madre con patadas en las piernas. El escándalo fue de proporciones tales que, aún con la intervención de otros familiares, el niño no cedió en su actitud y X no tuvo más remedio que poner alejarse temporalmente. Nuestra protagonista, como consecuencia, siguió tratamiento psiquiátrico por casi dos años luego del incidente, aunque se ignora su evolución actual.

Este relato debería ilustrar una enérgica oposición a esta grave enfermedad social que degrada a límites insospechados el real sentido de la familia, cuya formación se reduce a un mero pasatiempo reproductivo y sólo porque algunos adoptan la actitud sentimental de decir que «tener hijos es tan lindo...» y tratan «inteligentemente» de «egoístas», «amargados» y otros insultos a quienes —muchas veces sin imponer nada a nadie— se niegan a tenerlos por motivos o principios éticos sólidos.

Ahí tenemos las quejas comunes de los padres que dicen «mi hijo no quiere estudiar ni trabajar; se hizo rebelde, se metió en las drogas», etc. ¿Y dónde estaban los padres cuando los necesitaban? ¿Por qué no pensaron antes en las malas influencias que rodeaban a sus vástagos en la escuela o la universidad para aconsejarlos y disciplinarlos cuando debían, o si verdaderamente tenían el tiempo y las virtudes antes de comprometerse con eso? ¿Realmente se «aman» como matrimonio incluso cuando abandonan su función obligatoria de criar éticamente a los hijos, todo por el bien del «dinero» y la «comodidad»? El adagio popular «de tal palo, tal astilla» es muy pertinente en este caso, pues así como se habla de los jóvenes «ni-ni» (que ni estudian ni trabajan), así también hay padres «ni-ni» que ni están con sus hijos ni les enseñan valores. «El árbol se conoce por sus frutos...».

De acuerdo al dictado del sentido común, se pueden establecer líneas o ideas generales para llevar a cabo la crianza infantil de manera más sólida:

A) Compensar la ausencia afectiva de los padres en casa con objetos caros o conductas indulgentes tiene el riesgo de mal acostumbrar a los niños, haciéndoles creer que «el amor se vende» o que está «sujeto a los caprichos personales». De aquí justamente la tendencia en alza entre los adolescentes de su poca tolerancia a la frustración y quererlo todo «aquí y ahora» (negocio redondo para algunos y desgracia para otros), incluyendo las tasas de suicidio juvenil por acoso escolar porque, de hecho, una persona con moral débil o un concepto no reforzado de dignidad es incapaz de enfrentar esos casos. Es necesario enseñarles gradualmente el significado de la muerte, que hay gente y animales abandonados que no tienen qué comer y están privados de la mínima dignidad para subsistir. Hay que prepararlos con una actitud realista y comprometida frente a la vida, porque el pseudoptimismo baboso de una sociedad profundamente adicta al «festival de las apariencias» no los va a salvar de nada.

B) Hay quienes hablan bastante, y en términos muy absolutistas, acerca de que «a los niños no se les aplica violencia» para disciplinarlos.

La vida humana no es perfecta y no estamos en una sociedad ideal. El abuso tanto del «amor» humano e imperfecto (sentimentalismo) como de la fuerza (brutalidad de palabra u obra, tácita o implícita) atentan contra la dignidad y el sentido crítico. Por lo tanto, sería bueno saber de los psicólogos prosistema: (y varios de ellos imponen —ni siquiera sugieren— sus «ideales») si acaso los medios «no violentos» que muchos padres usan para disciplinar a sus hijos (duchas frías para las pataletas, privarlos de juguetes, encerrarlos en la habitación, levantar la voz, etc.) implican o no, ira o sufrimiento emocional, en alguna medida. Y si todos y cada uno de los niños en el mundo reaccionan igual ante los razonamientos, o por contra responden de forma distinta, en función de su carácter. ¿Qué quieren entonces que haga la gente? ¿Generar personas que sean más adictas al endiosamiento de los placeres, al consumismo ilimitado, a la cobardía ética y que escapen del dolor de la vida mediante esa conducta?

El libertinaje o la indiferencia ante los problemas conductuales en la crianza familiar sólo puede generar individuos apáticos, egocéntricos y superficiales que continuarán tratando al prójimo o sus futuras parejas como objetos sexuales o instrumentos para satisfacer su arribismo o sed materialista. Por tanto, cada padre o madre deberá decidir qué hacer para enderezar la conducta de sus hijos. Aplicar fuerza opuesta en cualquier contexto, implique o no daño físico, es violencia de todas maneras, sólo que cambia el grado o el modo. Incluso la idea ya referida de «exponer gradualmente a los niños a noticias sobre desigualdad social» (siendo que no implica menoscabo físico) también puede ser considerada «violento» por los defensores del establishment. Quizá sería mejor que fueran más directos y digan: «¿Sabe qué?, mejor enséñeles a sus retoños que imiten a Peter Pan, que son capaces de volar y hacer magia para tener todo lo que quieran». La imposición ideológica actual sobre la crianza descomprometida es una clara muestra de lo que el teósofo Franz Hartmann llamaba la «prostitución intelectual» desde los tentáculos del poder.
Franz Hartmann fue un médico, teósofo , ocultista, astrólogo y autor alemán. Sus obras incluyen varios libros sobre estudios esotéricos y biografías de Jakob Böhme y Paracelsus. Tradujo el Bhagavad Gita al alemán y fue editor de la revista Lotusblüten. En una época fue colaborador de HPB y Henry Olcott en Adyar. En 1896 fundó una Sociedad Teosófica en Alemania.

Si un individuo lloró cuando niño al ser vacunado por primera vez, y ahora que es adulto, ¿acaso preferiría haber muerto por enfermedad o más bien agradece a sus padres o los médicos que lo vacunaran para preservar su salud? ¿Es posible todavía que en pleno siglo XXI haya quienes suprimen totalmente su sentido común e intuición espiritual incluso para disciplinar a sus hijos?

3. Como si esto fuera poco, muchos padres optan por delegar la responsabilidad de la crianza de sus hijos pequeños a sus profesores (o Estado), lo que es el colmo de toda esta situación. Un breve vistazo a la situación pedagógica en varios establecimientos educacionales del mundo dará como cuadro general que ni siquiera se enseñan valores morales o normas de conducta (considerando las palabras de Blavatsky en «LA CLAVE DE LA TEOSOFÍA» sobre el tema). Si hemos de ser críticos, hay que señalar que en pleno siglo XXI a muchas autoridades de turno (del lado que sea) no les interesa en absoluto producir ciudadanos íntegros, sino más desequilibrio y problemas sociales para mantener su dominio. Es cosa de buscar en internet por reportajes o informes respecto de la saturación laboral de muchos profesores, quienes denuncian incluso que los apoderados los contactan por WhatsApp —y a cualquier hora— preguntando «qué libro debe leer su hijo para el examen» o «qué materiales fueron solicitados para tal o cual actividad». Si fuera por esa actitud, entonces también podría crearse un grupo en Facebook o Instagram llamado «Delegando responsabilidades al mundo», ilustrando todo con las mejores selfies y así la gente se lava las manos para seguir entregada a los placeres vanos de una «sociedad» alérgica a la decencia. (http://www2.latercera.com/noticia/profes-furiosos-cuando-la-vocacion-no-alcanza/).

Profes furiosos: Cuando la vocación no alcanza

Por lo demás, y como se ve en el reportaje ya citado, la actitud «Poncio Pilato» en muchas familias es profundamente egoísta, en el sentido de que hay muchos profesores que se llevan trabajo a casa, ¿y encima tienen que lidiar con la mala conducta de infantes que no son su responsabilidad? ¿Puede concebirse un mínimo de lógica en esto?

Por todo esto, y en lugar de «buscar experiencias» relacionadas con el «amor» de forma compulsiva y, finalmente, mejorar nuestro potencial espiritual, lo más importante es preguntarse cuáles son realmente nuestros valores, con una autoevaluación sincera y persistente antes de comprometerse en relaciones románticas, incluso si esto podría implicar el sacrificio de no establecer jamás un hogar, al menos en la vida presente. Hoy en día existe una «aversión al pensamiento» como nunca se había dado, y a la luz de esto, como teósofos tenemos la importante misión de combatir esta «aura generalizada» de estupidez y difundir las enseñanzas éticas de la Sabiduría Eterna. La base de una sociedad armónica comienza con sus miembros en primer lugar, y luego con la familia, pues formarla no es ningún pasatiempo sentimental, y por esto creemos que no todos están debidamente preparados para enfrentar esa responsabilidad. En ocultismo existe una premisa bien conocida que reza: más vale la verdad que incomoda a la ilusión que ciega.

Si queremos que los demás piensen acerca de las enseñanzas espirituales subyacentes en el romanticismo, el matrimonio, etc., el paso fundamental es enseñarles cómo hacerse dignos y tener los méritos para encontrar el amor que buscan. El verdadero campo de batalla de la humanidad está en la mente, y por ende debemos atacar los virus ya instalados en la consciencia general, incluso con el riesgo de ser ridiculizados por la ignorancia e hipocresía consensuadas. Pero como dicen, «quien ríe al último, ríe mejor».

Fuente: Teosofía Original

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