Genes, mutación y selección natural | MUTACIONES «AZAROSAS»

Las mutaciones genéticas pueden entrañar reemplazo, supresión o inserción de nucleótidos, o bien invertir o duplicar un segmento de ADN. También pueden ocurrir espontáneamente (como resultado de accidentes en la replicación del ADN) o estar inducidas por luces ultravioleta, rayos X o ciertos químicos. El cambio genético también se ocasiona por la rotura y recombinación aparentemente fortuita de cromosomas en el proceso de reproducción sexual. Otra manera en que los organismos pueden adquirir nuevos genes es por vía de virus, plásmidos (moléculas separadas del ADN cromosómico) y transposones (secuencias de ADN que se trasladan de una localización genómica a otra).

Dibujo esquemático de un plásmido en una bacteria: en rojo, el ADN del cromosoma; en azul, los plásmidos

Puesto que las células poseen sistemas sofisticados a prueba de lectura y reparación de ADN, las mutaciones son raras porque en promedio se produce sólo un error por cada cientos de millones de nucleótidos de ADN copiados en una generación, y cada gen humano tiene una probabilidad estimada de mutación de 1 en 100.000 por generación. Las consecuencias de las mutaciones van de las insignificantes a las letales; muy pocas son beneficiosas, y la razón por las que las nuevas mutaciones normalmente son dañinas puede ilustrarse con la siguiente analogía:
Consideremos una oración en español, cuyas palabras han sido elegidas porque juntas expresan una cierta idea. Si se reemplazan letras o palabras individuales con otras al azar, muchos cambios harán improbable mejorar el significado de la expresión y probablemente lo suprimirán. De forma similar, la secuencia de nucleótidos de un gen ha sido «editada» en su forma actual por selección natural porque «hace sentido», y si la secuencia es modificada fortuitamente, el «significado» raramente se mejora y a menudo será obstaculizado o destruido. Sin embargo, en ocasiones una nueva mutación puede incrementar la adaptación del organismo. Precisamente es sobre estos muy raros «errores afortunados» que se construye el completo edificio del neodarwinismo, y es difícil imaginar un cimiento más inestable.
Jamás ningún biólogo evolucionista ha producido pruebas cuantitativas de que los diseños de la naturaleza estén dentro de patrones azarosos. Dawkins piensa que las fuerzas físicas ciegas pueden «imitar los efectos del diseño consciente», pero como advierte Michael Denton, «seguramente es un poco prematuro afirmar que los procesos fortuitos podrían haber creado a mosquitos y elefantes, ¡cuando todavía nos queda determinar la probabilidad real del descubrimiento por azar de una sola molécula proteica funcional!». Recientemente, Douglas Axe determinó por experimentación que la probabilidad de que una mutación produzca una nueva proteína funcional de longitud modesta es de 1 en 10⁷⁷.

La bióloga Lynn Margulis señaló que la historia finalmente juzgará al neodarwinismo como «una secta ideológica menor del siglo XXI encuadrada en la débil persuasión religiosa de la biología anglosajona». Margulis sostiene que el 99,9% de las mutaciones genéticas fortuitas «tienden a inducir enfermedades, muerte o deficiencias», y desafió a sus críticos que mencionaran un solo ejemplo no ambiguo sobre la formación de nuevas especies mediante acumulación lenta de mutaciones, y por esto opina que el neodarwinismo «es una completa desgracia».

Lynn Margulis en el simposio internacional celebrado en la Fundación Ramón Areces en Madrid. (Noviembre de 2009)

Richard Dawkins admite que la evolución de un órgano complejo como el ojo humano en un solo paso requeriría procesos espontáneos y azarosos que son tan improbables como prácticamente imposibles, pero sostiene que no es tan descabellado conseguirlo en una serie de pequeñas fases. Francis Crick bautizó esta opción como «falacia estadística», porque la probabilidad de que el paso 1 sea seguido correctamente por el paso 2, luego el 3 y así sucesivamente para 100 mutaciones, es tan minúscula como saltarse al paso n° 100 de una vez, y mientras más grande sea el número de pasos en los cuales se divida el salto general, es más improbable que todos ellos tengan lugar en el orden correcto.

Dawkins programó una computadora para generar combinaciones al azar de letras y las comparaba con una secuencia meta que formaba una frase inteligible. Se retenía cualquier coincidencia de letras que ocurriera en la misma posición como en la secuencia de destino, mientras el computador reemplazaba el resto con otra selección azarosa de grafemas, y esto continuaba hasta que todas las letras coincidieran con el objetivo deseado. Por ejemplo, para una secuencia u oración final consistente en 28 letras y espacios, el computador realizaba sólo unos 40 intentos para producirla, mientras que para generar la serie total de letras y espacios simultáneamente por puro azar, tomaría un promedio de 10⁴⁰ intentos.

Sin embargo, como admite Dawkins, esta «simulación» informática ciertamente no prueba que las combinaciones azarosas de químicos sean capaces de producir con gradualidad proteínas biológicamente funcionales. Primero, su experimento involucra la existencia de una secuencia meta, mientras que la evolución darwinista supuestamente es ciega, sin objetivo, dirección ni propósito. Segundo, el computador estaba programado para detenerse en cualquier resultado correcto, mientras que en la naturaleza las mutaciones favorables pueden ser eliminadas por mutaciones adversas posteriores. Tercero, no todas las secuencias de letras seleccionadas por el computador formaban palabras reales y con significado, y no tenían ventaja lingüística sobre otras secuencias, excepto que estaban una o dos letras más cerca de la secuencia meta, mientras que en la vida real cada etapa en la composición de una proteína compleja necesitaría tener alguna función, pues de otro modo no sería favorecida por selección natural. En otras palabras, ¡la única razón por la que la simulación producía un resultado favorable era porque Dawkins lo diseñó así! Incluso sus juegos de computador han sido citados como prueba de la plausibilidad de la evolución al azar...

Otros biólogos han creado algoritmos evolutivos más sofisticados para simular cómo la mutación y la selección supuestamente pueden generar nueva información biológica, pero en ningún caso tales algoritmos producen grandes cantidades de información funcionalmente específica ni completamente desde cero; dichas simulaciones tienen éxito sólamente si el programador las ha diseñado para converger en la solución deseada, contrariamente a los procesos genuinamente darwinistas. Como lo resume David Berlinski: «En las instancias donde no se utilizaron principios darwinistas clásicos, los intentos para replicar la evolución en el computador han sido exitosos, y donde se han empleado tales principios, los experimentos han sido infructuosos».

Las estructuras biológicas clave como el oído interno, el huevo amniótico, ojos, órganos olfatorios, branquias, pulmones, plumas, y los sistemas reproductivo, circulatorio y respiratorio dependen para su función de la actividad coordinada de muchos componentes. Stephen Meyer aclara que: «El cambio genético que afecta a cualquiera de los componentes necesarios, a menos que esté aparejado por muchas transformaciones genéticas correspondientes —y ampliamente improbables— resultará en pérdida funcional y a menudo la muerte», lo que ha llevado al desarrollo de teorías neutrales de la evolución, estableciendo que luego de la duplicación de los genes, el material replicado (que no está expresado inmediatamente) sufre múltiples mutaciones sin comprometer la aptitud de un organismo, y también sin ninguna selección natural que elimine las mutaciones dañinas; luego, en algún punto los genes existentes son desactivados y se «encienden» los nuevos genes mutados, terminando así con la aparición «mágica» de una nueva estructura biológica viable. Esto es típico del confuso «pensamiento deseoso» que caracteriza al neodarwinismo, y cuando es necesario, sus seguidores simplemente invocan la «yuxtaposición fortuita» de secuencias genéticas convenientes, la «hipermutabilidad» de los genes, la «reorganización extensiva» del genoma u otras frases que suenan a ciencia, y si todo esto falla, pueden retrotraerse a la «formación de novo» de otros genes.

Fuente: Teosofía Original

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