El arqueólogo George Erdosy sostiene que no hay evidencia de que el sur de Asia haya sido invadido por una «raza de bárbaros» que gozara de superioridad militar y tecnológica, pero el registro arqueológico da una base para establecer que hubo migraciones a pequeña escala desde el centro al sur de Asia a fines del tercer siglo o comienzos del segundo milenio a.C., y así la idea de una invasión masiva y conquista de India ahora está siendo ampliamente rechazada. Los hindúes actuales no tienen registros de haber irrumpido en India, y las etnias dravídicas tampoco tienen recuerdo de haber sido conquistados y desplazados.
Mark Kenoyer dice: «No existe evidencia arqueológica o biológica de invasiones o migraciones en masa hacia el Valle del Indo entre finales de la fase Harappa (cerca del 1.900 a.C.) y el comienzo del periodo de la Historia Temprana, alrededor del 600 a.C.». Otros estudios muestran que no hay quiebre en el registro biológico entre los años 4.500 y 800 a.C.
También los arqueólogos Jim G. Schaffer y Diane Lichtenstein afirman que no hay constataciones arqueológicas sobre una inmigración aria al noroccidente de India, durante el declive de la cultura Harappa o posterior a ello.
«La información arqueológica disponible no sustenta el paradigma que responsabiliza a un pueblo indoario culturalmente superior o intrusivo/invasivo por los logros culturales documentados arqueológicamente en el sur del Asia prehistórica».
«El registro arqueológico moderno para el sur de Asia indica una historia de continuidad cultural significativa. (...) Las influencias externas afectaron a la cultura del sur asiático en períodos posteriores y revisten una historia especial, pero ha continuado una tradición identificable de tipo indo-gangética que vincula entidades sociales desde cuando se desarrolló la producción de alimentos en el séptimo milenio a.C. hasta el presente».
Los estudiosos agregan que desde fines del tercer milenio a.C. y continuando en el segundo milenio a.C., se abandonaron muchos asentamientos del Valle del Indo que incluían centros urbanos, pero eso fue una respuesta a cambios geológicos y medioambientales.
Algunos expertos proponen que los migrantes indoeuropeos entraron en India hacia el segundo milenio a.C. en números relativamente pequeños, un proceso a veces descrito como «infiltración por goteo». Argumentan que estos pueblos procedieron a cambiar la lengua y religión del subcontinente, pero sin interrumpir demasiado el desarrollo de la cultura indígena y no tuvieron ningún efecto en los tipos raciales. Sin embargo, dichos académicos continúan asegurando que el Rigveda se escribió hacia el fin del segundo milenio a.C., pero esto es completamente insostenible.
Desde la década de 1990 han habido numerosos estudios genéticos en poblaciones indias, a menudo llegando a conclusiones divergentes. Michel Danino precisa que los análisis génicos recientes no refuerzan la teoría de la embestida/migración en masa, y contradicen la idea de que un gen «caucasoide» o acervo genético del centro asiático hubiera arribado a India en el 1.500 a.C., lo que da cuenta de la considerable diversidad genética en el subcontinente al usar una escala de tiempo de 40.000 a 50.000 años, en lugar de sólo unos pocos milenios. Stephen Oppenheimer argumenta que el linaje M17 mtDNA puede haberse originado en India o Pakistán hace unos 51.000 años, y cuya influencia puede trazarse a través de Cachemira, Asia Central y Rusia, antes de llegar a Europa.
De esta forma, algunos arqueólogos piensan que los indoarios estaban presentes en India antes del 2000 a.C., pero la gran pregunta es «¿hace cuánto tiempo y en qué cantidad?» Feuerstein et al. enfatizan: «Las pequeñas migraciones de grupos hablantes de indoeuropeo, al igual que en el caso de otros pueblos, bien pueden haber sucedido en tiempos de Harappa, como han hecho a través de la historia de India, pero cuando llegaron a esta región se encontraron con una sociedad que poseía un prominente contingente indoeuropeo, si no dominante; en otras palabras, las comunidades que hablaban el sánscrito védico».
Feuerstein et al. creen que las poblaciones védicas podrían haber sido generadoras de la cultura Indo-Sarasvati, es decir, que los Harappas y védicos eran uno y lo mismo; sin embargo, esto está pendiente de confirmación y provoca agrias polémicas, pero los investigadores que han desechado esta noción, o incluso negando que el pueblo védico pudo haber convivido pacíficamente junto a los Harappas, «a menudo han subrayado los asombrosos paralelos entre los artefactos encontrados en el Indo y el testimonio escritural védico».
Mark Kenoyer dice: «No existe evidencia arqueológica o biológica de invasiones o migraciones en masa hacia el Valle del Indo entre finales de la fase Harappa (cerca del 1.900 a.C.) y el comienzo del periodo de la Historia Temprana, alrededor del 600 a.C.». Otros estudios muestran que no hay quiebre en el registro biológico entre los años 4.500 y 800 a.C.
Jonathan Mark Kenoyer con un trabajador en Harappa
También los arqueólogos Jim G. Schaffer y Diane Lichtenstein afirman que no hay constataciones arqueológicas sobre una inmigración aria al noroccidente de India, durante el declive de la cultura Harappa o posterior a ello.
«La información arqueológica disponible no sustenta el paradigma que responsabiliza a un pueblo indoario culturalmente superior o intrusivo/invasivo por los logros culturales documentados arqueológicamente en el sur del Asia prehistórica».
«El registro arqueológico moderno para el sur de Asia indica una historia de continuidad cultural significativa. (...) Las influencias externas afectaron a la cultura del sur asiático en períodos posteriores y revisten una historia especial, pero ha continuado una tradición identificable de tipo indo-gangética que vincula entidades sociales desde cuando se desarrolló la producción de alimentos en el séptimo milenio a.C. hasta el presente».
Los estudiosos agregan que desde fines del tercer milenio a.C. y continuando en el segundo milenio a.C., se abandonaron muchos asentamientos del Valle del Indo que incluían centros urbanos, pero eso fue una respuesta a cambios geológicos y medioambientales.
Algunos expertos proponen que los migrantes indoeuropeos entraron en India hacia el segundo milenio a.C. en números relativamente pequeños, un proceso a veces descrito como «infiltración por goteo». Argumentan que estos pueblos procedieron a cambiar la lengua y religión del subcontinente, pero sin interrumpir demasiado el desarrollo de la cultura indígena y no tuvieron ningún efecto en los tipos raciales. Sin embargo, dichos académicos continúan asegurando que el Rigveda se escribió hacia el fin del segundo milenio a.C., pero esto es completamente insostenible.
Desde la década de 1990 han habido numerosos estudios genéticos en poblaciones indias, a menudo llegando a conclusiones divergentes. Michel Danino precisa que los análisis génicos recientes no refuerzan la teoría de la embestida/migración en masa, y contradicen la idea de que un gen «caucasoide» o acervo genético del centro asiático hubiera arribado a India en el 1.500 a.C., lo que da cuenta de la considerable diversidad genética en el subcontinente al usar una escala de tiempo de 40.000 a 50.000 años, en lugar de sólo unos pocos milenios. Stephen Oppenheimer argumenta que el linaje M17 mtDNA puede haberse originado en India o Pakistán hace unos 51.000 años, y cuya influencia puede trazarse a través de Cachemira, Asia Central y Rusia, antes de llegar a Europa.
Michel Danino es un autor indio de origen francés
Feuerstein et al. creen que las poblaciones védicas podrían haber sido generadoras de la cultura Indo-Sarasvati, es decir, que los Harappas y védicos eran uno y lo mismo; sin embargo, esto está pendiente de confirmación y provoca agrias polémicas, pero los investigadores que han desechado esta noción, o incluso negando que el pueblo védico pudo haber convivido pacíficamente junto a los Harappas, «a menudo han subrayado los asombrosos paralelos entre los artefactos encontrados en el Indo y el testimonio escritural védico».
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