La teosofía clasifica la evolución de nuestro planeta y sus habitantes en siete vastos periodos conocidos como «Rondas», de las cuales ahora nos encontramos en la cuarta. Una ronda está dividida en siete estados evolutivos, conocidos como «Razas-Raíz», y cada una de ellas dura varios millones de años; las mismas almas encarnan en cada raza-raíz alternadamente. En la actualidad nos hallamos en la Quinta Raza-Raíz, conocida como «aria», la cual en el sentido más amplio incluye a todos los habitantes del mundo.
Según la Teosofía, la civilización no comenzó «pocos miles» de años atrás, sino hace unos 18 millones de años, en los últimas fases del Mesozoico, luego de que la Tercera Raza-Raíz lemuriana hubiera comenzado a desarrollar mentes autoconscientes (el Mesozoico finalizó hace 66 millones de años según los cuestionados métodos radiométricos de datación usados por la ciencia, y hace unos 8 millones de acuerdo con la cronología teosófica; ver «Escala temporal geológica» y «Diseño y evolución de las especies», parte 3). Se afirma que las últimas dos subrazas lemurianas plantaron ampliamente y en vastos lugares las primeras semillas de la civilización; «bajo la guía de sus Regentes Divinos construyeron grandes ciudades, cultivaron artes y ciencias, y eran versados en astronomía, arquitectura y matemáticas». También edificaron ciudades de piedra y roca ígnea, una de las cuales estaba situada a unos 48 km al oeste de Isla de Pascua, que en realidad es el resto de un continente hundido. Los primeros y grandes centros citadinos surgieron en la región del continente lemuriano que ahora es la isla de Madagascar, y hubo pueblos civilizados y primitivos en aquellos días como ha sido desde siempre. Los últimos lemurianos se mezclaron con los primeros atlantes, cuyas civilizaciones se desarrollaron a través del Cenozoico. Se dice que los registros de estas civilizaciones perdidas están en manos de la Hermandad de Adeptos.
La raza atlante alcanzó su apogeo hace unos 4,5 millones de años en el Oligoceno; esto contradice la «teoría del primate ancestro», la cual asegura que las primeras especies de nuestro gen Homo aparecieron a inicios del Pleistoceno. Hace 4,5 millones de años los atlantes se encontraban en su «kaliyuga» y habían alcanzado la cúspide de su desarrollo material. Nuestra Quinta Raza-Raíz entonces estaba recién emergiendo, y sus primeros representantes surgieron hace unos 7 u 8 millones de años. A medida que el continente atlante se hundía progresivamente surgieron nuevos territorios, incluyendo partes de América, África, Asia y Europa (oeste de los Urales rusos) y tuvieron lugar muchas migraciones; de este modo, los ancestros de la Quinta Raza-Raíz se trasladaron a las flamantes regiones de Asia Central, lo que ahora es el Desierto de Gobi, una meseta alta y estéril donde había un hermoso mar interior hace mucho tiempo. En esa zona, la Quinta Raza-Raíz llegó a ser la más característica en su tipo hace alrededor de un millón de años.
La tierra original centro-asiática de la Quinta Raza-Raíz abarcaba una enorme extensión incluyendo Irán, Baluchistán (la provincia más occidental de Pakistán), Afganistán, Kasajistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán, Kirguistán, Mongolia, China noroccidental y el Tíbet, además del desierto de Gobi, los mares: Aral y Caspio y cadenas montañosas como: Pamir, Hindukush, Tien Shan y Altyn-Tagh. Aunque ahora constituye un gran desierto yermo, esta región una vez fue fértil, tenía un clima templado y fue el hogar de una serie de civilizaciones altamente avanzadas.
De acuerdo con ciertos intérpretes teosóficos en la actualidad buena parte de esta vasta región en Asia Central es una planicie alta, pero en ese entonces tenía una altura comparativamente inferior. También en ese periodo un inmenso mar interior al norte se vaciaba en el Ártico, y todo lo que queda de él son los mares Negro, Azov, Caspio y Aral. Además, había un mar oculto en lo que ahora es Mongolia, el cual se evaporó cuando la tierra emergió lentamente. Europa todavía estaba bajo el mar en su mayor parte y los Alpes recién se elevaban, mostrado sólo algunos picachos y estribaciones. Vastos tramos de lo que conocemos como Rusia se elevaron sobre el mar, junto con el sur de Alemania, la costa de Francia y más tarde las Islas Británicas.
En Asia Central, cuando la tierra se elevó y cedieron los mares, el clima era mucho menos hospitalario y los desiertos comenzaron a invadir la tierra cultivable. Muchos pueblos comenzaron a migrar en todas direcciones, incluyendo al oeste o las recién elevadas tierras de Europa. A veces se encontraban con remanentes de atlantes (es decir, ancestros de chinos, mongoles, tibetanos, thais, japoneses, javaneses, fineses, húngaros y esquimales) contra los que lucharon, pero también se entremezclaron. De esta forma emergieron y florecieron una serie de civilizaciones que declinaron y desaparecieron alternadamente. Las sucesivas migraciones continuaron por muchísimo tiempo, dando nacimiento a pueblos como los hindúes, asirios, medos, persas, babilonios y naciones de Europa como los celtas, las tribus germánicas y escandinavas, griegos, romanos, etc. La «separación de naciones» (o al menos su última fase) comenzó hace unos 700.000 años (siguiendo al hundimiento final de Ruta, una gran masa de tierra en el Pacífico), y a partir de ese momento varios grupos de migrantes se extendieron desde la tierra de Asia Central. Durante esa fase, los gigantes pos-atlantes se habían dividido en tipos más heterogéneos.
En ocasiones se afirma que la actual India primero fue colonizada desde el norte y casi simultáneamente por el sur, específicamente en lo que quedó de la antigua tierra atlante llamada Lanka (o Daitya), de la cual sólo permanece hoy el sector más septentrional, Sri Lanka (antiguamente Ceilán). Los habitantes de Lanka fueron llamados ráksasas por los hindúes y «etíopes del este» por los griegos, debido al color oscuro de su piel. Antes que Lanka alcanzara la cúspide de su prosperidad, existía en el Océano Atlántico un extenso y altamente civilizado conjunto terrestre, la «columna vertebral» de Atlántida. El continente entonces se fragmentó y desapareció dejando varias islas, como también sucedió con la Lanka asiática original. Más tarde, los emigrantes isleños en el Atlántico viajaron al este y se asentaron en nuevas regiones que se habían elevado del océano; estas flamantes islas más tarde se consolidaron en lo que son las altiplanicies de Abisinia (Etiopía) y las tierras al norte de ellas.
A medida que pasó el tiempo, esos atlantes viajeros siguieron la línea de levantamiento de tierra continuo hacia el norte, y éste fue el grupo racial atlante más antiguo que en eras posteriores dio origen a los egipcios arcaicos. El Egipto de la historia es el «don del Nilo», y su delta se formó a través de enormes acumulaciones de sedimento y arena llevadas desde el interior de África, esto es, Abisinia, Nubia y otros países. Los primeros colonos llegaron a Egipto hace unos 400.000 años.
Todavía más tarde, el delta original fue ocupado nuevamente por colonos atlantes de Poseidonis, hace unos 80.000 o 100.000 años, y fueron estos individuos que construyeron las grandes pirámides. Ellos ya estaban relativamente mezclados con los arios, la nueva raza que por largos años había estado viniendo desde la meseta de Asia donde se habían refugiado durante el colapso de Atlántida.
Hace unos 8, 9 o quizá más miles de años, Egipto fue invadido y colonizado por emigrantes del sur de India y Lanka siguiendo dos rutas: una por el Océano Índico a Abisinia rodeando las comarcas y bajando por el río Nilo, y la otra sobre lo que es ahora el Istmo de Suez. Los registros egipcios hablan de estos inmigrantes como «hijos de Horus» (el Dios-Sol) oriundos del este. Estos «etíopes orientales» (un pueblo que resultó de la mezcla de grupos arios prístinos y la fuerte infusión de antiguos habitantes atlantes de Lanka) se combinaron con egipcios atlantes, dando origen al grupo compuesto racial que produjo las dinastías de Egipto. Blavatsky aseveró que los «etíopes del este» que llegaron de Lanka o Ceilán eran «una colonia de arios de piel muy oscura, los drávidas del sur de India, que adoptaron una civilización ya existente en Egipto», previamente a la unificación del Alto y Bajo Egipto por Menes.
La última migración de arios o indoeuropeos en India y otras partes es una de las muchas que han tenido lugar durante el pasado millón de años o más. Blavatsky subraya: «Las subrazas guiadas por la ley kármica o destino repiten inconscientemente los primeros pasos de sus respectivas razas maternas». Fue desde las regiones de Asia Central, más al norte del lago Manasarovar, que los «arios» o brahmanes más tarde descendieron a la península india y fundaron Indostán, y los Vedas, aunque compilados en la Tierra de los Siete Ríos, «existieron por muchas eras anteriores en el norte». Blavatsky menciona que alrededor de 10 u 11.000 años atrás la corriente de conocimiento se desplazó lentamente a partir de las llanuras de Asia Central a India y hacia Europa y el norte de África, lo cual puede indicar cuándo comenzó la última gran migración «aria».
Miles de años antes que Grecia construyera su brillante civilización durante el Siglo de Pericles (mediados del siglo V a.C.), una serie de culturas espléndidas —que pondrían a la nuestra en vergüenza— florecieron en lo que ahora es Persia y el oeste de Afganistán, y también en las tierras del norte y al este, actualmente una región estéril. En el transcurso del tiempo, seguramente se descubrirán restos de algunas de esas civilizaciones y otras más tempranas, por lo que la historia de la civilización humana seguirá teniendo sus raíces cada vez más atrás en el tiempo.
La historia de las diferentes culturas está determinada no sólo por el sistema político y económico, el nivel de tecnología, las relaciones comerciales y el poder militar, sino también por sus valores éticos y espirituales. La esencia de la civilización es traer a la realidad nuestras aptitudes más nobles y altruistas, y las capacidades intelectuales y espirituales más elevadas, cualquiera que sea el estado de desarrollo tecnológico. Los mitos mundiales sobre antiguas naciones fundadas por dioses y grandes seres sugieren que Sabios y Adeptos han jugado un papel clave en la guía del establecimiento y desarrollo de grandes culturas.
Existe una creciente percepción de que la idea que considera a nuestros ancestros como «inferiores» a nosotros es totalmente injustificada, y que nuestro propio y tan vanagloriado «progreso» ha tenido lugar a costa de valores espirituales más profundos. Como dicen Feuerstein et al: «En comparación con los sublimes valores e ideales de la Tradición Primordial, la nuestra es una civilización impregnada de ignorancia, atrapada en conceptos falsos, obnubilada en arrogancia y prejuicio, y extremadamente necesitada de reforma, si no de una revolución espiritual».
Fuente: Teosofía Original
Según la Teosofía, la civilización no comenzó «pocos miles» de años atrás, sino hace unos 18 millones de años, en los últimas fases del Mesozoico, luego de que la Tercera Raza-Raíz lemuriana hubiera comenzado a desarrollar mentes autoconscientes (el Mesozoico finalizó hace 66 millones de años según los cuestionados métodos radiométricos de datación usados por la ciencia, y hace unos 8 millones de acuerdo con la cronología teosófica; ver «Escala temporal geológica» y «Diseño y evolución de las especies», parte 3). Se afirma que las últimas dos subrazas lemurianas plantaron ampliamente y en vastos lugares las primeras semillas de la civilización; «bajo la guía de sus Regentes Divinos construyeron grandes ciudades, cultivaron artes y ciencias, y eran versados en astronomía, arquitectura y matemáticas». También edificaron ciudades de piedra y roca ígnea, una de las cuales estaba situada a unos 48 km al oeste de Isla de Pascua, que en realidad es el resto de un continente hundido. Los primeros y grandes centros citadinos surgieron en la región del continente lemuriano que ahora es la isla de Madagascar, y hubo pueblos civilizados y primitivos en aquellos días como ha sido desde siempre. Los últimos lemurianos se mezclaron con los primeros atlantes, cuyas civilizaciones se desarrollaron a través del Cenozoico. Se dice que los registros de estas civilizaciones perdidas están en manos de la Hermandad de Adeptos.
Una «sub-hermandad» dentro de la Gran Hermandad de Adeptos es conocida como la Hermandad de Luxor
La raza atlante alcanzó su apogeo hace unos 4,5 millones de años en el Oligoceno; esto contradice la «teoría del primate ancestro», la cual asegura que las primeras especies de nuestro gen Homo aparecieron a inicios del Pleistoceno. Hace 4,5 millones de años los atlantes se encontraban en su «kaliyuga» y habían alcanzado la cúspide de su desarrollo material. Nuestra Quinta Raza-Raíz entonces estaba recién emergiendo, y sus primeros representantes surgieron hace unos 7 u 8 millones de años. A medida que el continente atlante se hundía progresivamente surgieron nuevos territorios, incluyendo partes de América, África, Asia y Europa (oeste de los Urales rusos) y tuvieron lugar muchas migraciones; de este modo, los ancestros de la Quinta Raza-Raíz se trasladaron a las flamantes regiones de Asia Central, lo que ahora es el Desierto de Gobi, una meseta alta y estéril donde había un hermoso mar interior hace mucho tiempo. En esa zona, la Quinta Raza-Raíz llegó a ser la más característica en su tipo hace alrededor de un millón de años.
La tierra original centro-asiática de la Quinta Raza-Raíz abarcaba una enorme extensión incluyendo Irán, Baluchistán (la provincia más occidental de Pakistán), Afganistán, Kasajistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán, Kirguistán, Mongolia, China noroccidental y el Tíbet, además del desierto de Gobi, los mares: Aral y Caspio y cadenas montañosas como: Pamir, Hindukush, Tien Shan y Altyn-Tagh. Aunque ahora constituye un gran desierto yermo, esta región una vez fue fértil, tenía un clima templado y fue el hogar de una serie de civilizaciones altamente avanzadas.
De acuerdo con ciertos intérpretes teosóficos en la actualidad buena parte de esta vasta región en Asia Central es una planicie alta, pero en ese entonces tenía una altura comparativamente inferior. También en ese periodo un inmenso mar interior al norte se vaciaba en el Ártico, y todo lo que queda de él son los mares Negro, Azov, Caspio y Aral. Además, había un mar oculto en lo que ahora es Mongolia, el cual se evaporó cuando la tierra emergió lentamente. Europa todavía estaba bajo el mar en su mayor parte y los Alpes recién se elevaban, mostrado sólo algunos picachos y estribaciones. Vastos tramos de lo que conocemos como Rusia se elevaron sobre el mar, junto con el sur de Alemania, la costa de Francia y más tarde las Islas Británicas.
Asia Central en la actualidad
En Asia Central, cuando la tierra se elevó y cedieron los mares, el clima era mucho menos hospitalario y los desiertos comenzaron a invadir la tierra cultivable. Muchos pueblos comenzaron a migrar en todas direcciones, incluyendo al oeste o las recién elevadas tierras de Europa. A veces se encontraban con remanentes de atlantes (es decir, ancestros de chinos, mongoles, tibetanos, thais, japoneses, javaneses, fineses, húngaros y esquimales) contra los que lucharon, pero también se entremezclaron. De esta forma emergieron y florecieron una serie de civilizaciones que declinaron y desaparecieron alternadamente. Las sucesivas migraciones continuaron por muchísimo tiempo, dando nacimiento a pueblos como los hindúes, asirios, medos, persas, babilonios y naciones de Europa como los celtas, las tribus germánicas y escandinavas, griegos, romanos, etc. La «separación de naciones» (o al menos su última fase) comenzó hace unos 700.000 años (siguiendo al hundimiento final de Ruta, una gran masa de tierra en el Pacífico), y a partir de ese momento varios grupos de migrantes se extendieron desde la tierra de Asia Central. Durante esa fase, los gigantes pos-atlantes se habían dividido en tipos más heterogéneos.
En ocasiones se afirma que la actual India primero fue colonizada desde el norte y casi simultáneamente por el sur, específicamente en lo que quedó de la antigua tierra atlante llamada Lanka (o Daitya), de la cual sólo permanece hoy el sector más septentrional, Sri Lanka (antiguamente Ceilán). Los habitantes de Lanka fueron llamados ráksasas por los hindúes y «etíopes del este» por los griegos, debido al color oscuro de su piel. Antes que Lanka alcanzara la cúspide de su prosperidad, existía en el Océano Atlántico un extenso y altamente civilizado conjunto terrestre, la «columna vertebral» de Atlántida. El continente entonces se fragmentó y desapareció dejando varias islas, como también sucedió con la Lanka asiática original. Más tarde, los emigrantes isleños en el Atlántico viajaron al este y se asentaron en nuevas regiones que se habían elevado del océano; estas flamantes islas más tarde se consolidaron en lo que son las altiplanicies de Abisinia (Etiopía) y las tierras al norte de ellas.
Un ráksasa representado en iaksá-gana (el arte popular de Karnataka)
A medida que pasó el tiempo, esos atlantes viajeros siguieron la línea de levantamiento de tierra continuo hacia el norte, y éste fue el grupo racial atlante más antiguo que en eras posteriores dio origen a los egipcios arcaicos. El Egipto de la historia es el «don del Nilo», y su delta se formó a través de enormes acumulaciones de sedimento y arena llevadas desde el interior de África, esto es, Abisinia, Nubia y otros países. Los primeros colonos llegaron a Egipto hace unos 400.000 años.
Todavía más tarde, el delta original fue ocupado nuevamente por colonos atlantes de Poseidonis, hace unos 80.000 o 100.000 años, y fueron estos individuos que construyeron las grandes pirámides. Ellos ya estaban relativamente mezclados con los arios, la nueva raza que por largos años había estado viniendo desde la meseta de Asia donde se habían refugiado durante el colapso de Atlántida.
Hace unos 8, 9 o quizá más miles de años, Egipto fue invadido y colonizado por emigrantes del sur de India y Lanka siguiendo dos rutas: una por el Océano Índico a Abisinia rodeando las comarcas y bajando por el río Nilo, y la otra sobre lo que es ahora el Istmo de Suez. Los registros egipcios hablan de estos inmigrantes como «hijos de Horus» (el Dios-Sol) oriundos del este. Estos «etíopes orientales» (un pueblo que resultó de la mezcla de grupos arios prístinos y la fuerte infusión de antiguos habitantes atlantes de Lanka) se combinaron con egipcios atlantes, dando origen al grupo compuesto racial que produjo las dinastías de Egipto. Blavatsky aseveró que los «etíopes del este» que llegaron de Lanka o Ceilán eran «una colonia de arios de piel muy oscura, los drávidas del sur de India, que adoptaron una civilización ya existente en Egipto», previamente a la unificación del Alto y Bajo Egipto por Menes.
La última migración de arios o indoeuropeos en India y otras partes es una de las muchas que han tenido lugar durante el pasado millón de años o más. Blavatsky subraya: «Las subrazas guiadas por la ley kármica o destino repiten inconscientemente los primeros pasos de sus respectivas razas maternas». Fue desde las regiones de Asia Central, más al norte del lago Manasarovar, que los «arios» o brahmanes más tarde descendieron a la península india y fundaron Indostán, y los Vedas, aunque compilados en la Tierra de los Siete Ríos, «existieron por muchas eras anteriores en el norte». Blavatsky menciona que alrededor de 10 u 11.000 años atrás la corriente de conocimiento se desplazó lentamente a partir de las llanuras de Asia Central a India y hacia Europa y el norte de África, lo cual puede indicar cuándo comenzó la última gran migración «aria».
Miles de años antes que Grecia construyera su brillante civilización durante el Siglo de Pericles (mediados del siglo V a.C.), una serie de culturas espléndidas —que pondrían a la nuestra en vergüenza— florecieron en lo que ahora es Persia y el oeste de Afganistán, y también en las tierras del norte y al este, actualmente una región estéril. En el transcurso del tiempo, seguramente se descubrirán restos de algunas de esas civilizaciones y otras más tempranas, por lo que la historia de la civilización humana seguirá teniendo sus raíces cada vez más atrás en el tiempo.
Pericles
La historia de las diferentes culturas está determinada no sólo por el sistema político y económico, el nivel de tecnología, las relaciones comerciales y el poder militar, sino también por sus valores éticos y espirituales. La esencia de la civilización es traer a la realidad nuestras aptitudes más nobles y altruistas, y las capacidades intelectuales y espirituales más elevadas, cualquiera que sea el estado de desarrollo tecnológico. Los mitos mundiales sobre antiguas naciones fundadas por dioses y grandes seres sugieren que Sabios y Adeptos han jugado un papel clave en la guía del establecimiento y desarrollo de grandes culturas.
Existe una creciente percepción de que la idea que considera a nuestros ancestros como «inferiores» a nosotros es totalmente injustificada, y que nuestro propio y tan vanagloriado «progreso» ha tenido lugar a costa de valores espirituales más profundos. Como dicen Feuerstein et al: «En comparación con los sublimes valores e ideales de la Tradición Primordial, la nuestra es una civilización impregnada de ignorancia, atrapada en conceptos falsos, obnubilada en arrogancia y prejuicio, y extremadamente necesitada de reforma, si no de una revolución espiritual».
Fuente: Teosofía Original
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